La Fundación Bill y Melinda Gates, en alianza con la Fundación Rockefeller, los gobiernos de los países africanos y Bayer (antes Monsanto), Corteva (antes DowDuPont), BASF y Syngenta, una filial de ChemChina, las cuatro transnacionales que controlan más del 50% del mercado mundial de semillas y 75% del mercado mundial de agroquímicos, vienen impulsando, Bill Gates y socios dixit,, una «Revolución Verde genéticamente modificada» en África, que, entre otras cosas, penaliza el uso tradicional de semillas nativas en los pequeños agricultores y la población local, para imponer el uso de semillas de OGM (Organismos Genéticamente Mejorados), producidas y comercializadas por estas transnacionales.
No se trata de algo que sólo ocurre en África, que viene a ser el Piloto en este caso, sino que pretenden hacer en todo el mundo, incluido el Perú y América Latina.
La disputa entre “seguridad alimentaria” y “soberanía alimentaria” se plantea en estos términos en el momento actual.
No sólo se trata de un problema de enfoque o de nombre, discursivo, sino de intereses contrapuestos entre las grandes transnacionales y los pequeños agricultores del todo el mundo que, pese a haber reducido significativamente su número en las últimas décadas, aportan entre el 70% y 90% de nuestra dieta diaria en los distintos países del mundo.
Con el pretexto de “garantizar” la seguridad alimentaria con el uso de OGM, las grandes transnacionales pretenden imponer el uso de sus semillas en todo el mundo, con el apoyo de gobiernos corruptos, lo que incluye, en el caso de África, la corrupción de un sector importante de la academia, que se vende miserablemente a cambio de prebendas.
De esta manera, pretenden “garantizar la seguridad alimentaria” de los países del sur -que, como ya ha sido señalado, no sólo incluye al África, sino también al Asia y América Latina- mediante la comercialización de sus productos, sacrificando la “soberanía alimentaria” de los pueblos y, lo que es peor, la diversidad genética de la producción agrícola, en el caso de la pequeña agricultura, que además tiende a ser criminalizado.
¿De cuándo acá la siembra de un producto natural es un crimen? Bajo estas condiciones, la política anti drogas, que criminaliza la producción de la hoja de coca, un producto natural, sin tener en cuenta su base ancestral, se va a hacer norma universal, para favorecer los intereses de las grande transnacionales.
En el caso peruano, por ejemplo, de prosperar esta política de Bill Gates y compañía, las 3,500 variedades de papa y 3000 variedades de quinua que existen en nuestro país, se verían reducidas a una “variedad” artificial, producida en laboratorio, que es la que comercializan las transnacionales que producen los OGM.
Y, sin en caso nuestros agricultores que producen esta variedad de productos desde hace cientos o miles de años continuaran haciéndolo, estarían cometido un “delito” y tendrían que ser sancionados por la “justicia”. Esa es la situación que se vive actualmente en el África, que anticipa lo que ocurrirá en el mundo en los siguientes años y décadas, en caso de que Bill Gates y compañía se salgan con la suya.
La Fundación Bill y Melinda Gates, de acuerdo con lo que se señala en este artículo, es la que más ha invertido en la imposición de esta política, que tiene un claro sesgo colonialista.
El monto suma un total de 63.000 millones de dólares en activos netos. Gates y sus socios, Bayer (antes Monsanto), Corteva (antes DowDuPont), BASF y Syngenta, tienen una posición dominante sobre los gobiernos y sus contrapartes locales, que incluye a los directores ejecutivos de empresas locales, directores de agencias de ayuda y otros funcionarios públicos y privados, que son sus operadores en el terreno.
En este artículo, Alexander Zaitchik describe con detalle cómo se viene imponiendo esta “nueva economía alimentaria colonialista”, que tienen como principales actores, no a los Estados, sino a las grandes transnacionales y el sector privado, en general, en contra de los intereses de nuestra pequeña agricultura y la población mundial (AMG).





