Al escribir estas líneas, el Perú viene sufriendo ya más de dos meses de gobierno dictatorial, encabezado por la presidenta de facto Dina Boluarte y su primer ministro Alfredo Otárola, la cúpula de las fuerzas armadas y policiales, así como la mayoría derechista en el repudiado Congreso de la República.
Los Aliados de la Derecha
Tienen como aliados a los corruptos Fiscalía de la Nación y Poder Judicial, a los medios de comunicación de la prensa concentrada y otras instituciones corrompidas como el Tribunal Constitucional. Todos estos poderes políticos son el instrumento para imponer a sangre y fuego (incluido 70 asesinados, cientos de heridos, desaparecidos, personas injustamente encarceladas, procesadas y hasta condenadas) los designios del gran capital burgués nacional y el de las transnacionales, sobre todo mineras. Estos más de dos meses, sin embargo, el pueblo peruano está luchando contra esa dictadura, contra esos enormes poderes, en una suerte de alzamiento continuo y masivo que tuvo su origen y bastión de vanguardia en las regiones del sur peruano.
¿Quiénes se Movilizan y Luchan?
¿Quiénes son realmente los sectores que se movilizan y luchan contra un sistema político que ha adquirido las características de un gobierno fascista de nuevo tipo? Es importante dilucidarlo para poder entender el carácter de esta lucha inédita, que incluso ha superado por su masividad, persistencia e impacto a otros procesos parecidos en el siglo XXI en países de nuestra América.
Luego del golpe de Estado y encarcelamiento ilegal contra el presidente Pedro Castillo, el Perú se ha remecido cada vez con mayor fuerza y contra el pronóstico de los opinadores de oficio de nuestra élite nacional; esta lucha, si bien podría entrar en una fase diferente de intensidad, no parece estar cejando.
Los sectores sociales que están combatiendo contra la dictadura —de alguna manera— expresan también cuáles han sido los cambios económicos, sociales y políticos de las últimas décadas en Perú. Se dio, desde los años 90, el proceso de implantación del modelo neoliberal. Además, el neoliberalismo fue también impuesto por un gobierno dictatorial, el de Fujimori-Montesinos, de manera extrema, sin control alguno por parte de la sociedad afectada por dichas políticas. La desindustrialización del país y ligada a ella la reprimarización de nuestra economía, redujo al mínimo el número de la clase trabajadora asalariada, sobre todo la que gozaba de cierta estabilidad, ocasionando el aumento acelerado de los sectores llamados informales: pequeños comerciantes y autoempleados, en su mayoría viviendo al borde de la pobreza o dentro de ella, sin ningún tipo de beneficios laborales y en medio de la precarización extrema de los servicios sociales de salud, educación, vivienda, etc.
El neoliberalismo agudizó no solo las diferencias entre las clases sociales, también empeoró el centralismo y agrandó la brecha entre Lima y provincias, dejando a la mayoría de la población en situación de abandono e indefección. El nuevo modelo se apoyaba en la gran explotación minera transnacional, con nulo o poco control estatal, en las grandes empresas de agroexportación en la costa y en las actividades delictivas a gran escala, sobre todo el narcotráfico. Este modelo tuvo entre sus perdedores a amplios sectores de campesinos, clase obrera rural, informales, estudiantes, incluso medianos comerciantes y clase media, en especial en el interior del país. Dichos sectores, desde las primeras crisis del neoliberalismo peruano, asumieron la lucha política para hacer valer sus derechos o recuperarlos. Fueron ellos quienes principalmente garantizaron el fin de la dictadura fujimorista, victoria traicionada por un pacto entre las clases propietarias y el imperialismo para mantener el modelo hasta el día de hoy.
Hoy nuevamente es este el contingente social que se pone al frente y sostiene la movilización contra el gobierno usurpador. Tales estratos, desde el arribo del neoliberalismo se vinieron organizando de nuevas formas, emulando la organización sindical antigua, pero también la organización secular de las comunidades campesinas. Frentes de defensa, frentes regionales, colectivos e incluso las mismas comunidades son los que hicieron suyas las consignas nuevas, como la de nueva Constitución mediante Asamblea Popular Constituyente. Además, la dinámica rápida de los hechos va demandando otras nuevas organizaciones y la necesidad de unificarlas en coordinadoras, comités y comandos de lucha. La organización campesina, de productores y comerciantes, de estudiantes, las organizaciones territoriales y vecinales asumen el protagonismo que en algún momento tuvo del sindicalismo obrero, el cual ha quedado temporalmente a la saga.
¿Y por qué ha ocurrido esto con el sindicalismo obrero?
Creemos que se puede explicar en gran parte con la reducción drástica de la población asalariada, en general, y la población sindicalizada, en especial. Pero, además, esta especie de minoría asalariada afiliada a un sindicato y que goza de una precaria estabilidad laboral se fue convirtiendo en una suerte de sector privilegiado en comparación con las masas trabajadoras que viven en la informalidad o del subempleo y sin derechos.
El sindicalismo obrero, en minoría, asumió paulatinamente una posición economicista en tanto se limita a la defensa exclusiva de sus derechos inmediatos, perdiendo la perspectiva de la lucha política de largo plazo y con objetivos estratégicos de alcance nacional. En la misma medida, el sindicalismo debilita su relación con los demás sectores explotados y oprimidos. Por supuesto que existen sindicatos y sectores de trabajadores asalariados que han asumido una posición comprometida y consecuente con las luchas contra el gobierno usurpador y contra el modelo económico que lo sostiene, pero aún son una minoría de este sector social.
También, gran parte de la responsabilidad del atraso combativo de la clase trabajadora está en el accionar de las centrales sindicales y en especial de la más importante que es la CGTP. Dichas centrales, así como la izquierda tradicional peruana, finalmente adaptaron su accionar al funcionamiento del neoliberalismo, buscando en la práctica moderarlo, reformarlo. Es por eso que, en la coyuntura actual, se han resistido a defender y actuar las consignas más avanzadas del pueblo movilizado. Como se sabe, además, la CGTP al inicio del golpe, reconoció en la práctica al gobierno de facto, y se reunió con Boluarte para plantear sus “exigencias”. Mientras tanto, las organizaciones sociales en lucha declaraban al gobierno como usurpador y golpista, exigiendo importantes sectores de dicho pueblo la restitución en su cargo del presidente Pedro Castillo. A los pocos días, la represión militar-policial ejecutaba los primeros asesinatos entre los movilizados.
La nueva dinámica de la lucha de clase abierta hacia el siglo XXI en el Perú, la aparición de nuevos sectores en pugna y las tareas de enfrentar al gobierno dictatorial exigen saber interpretar con sentido crítico, agudo y concreto, la nueva situación y sus posibilidades. No caben, pues, las miradas institucionalistas ni las dogmáticas, disfrazadas unas de actitud “razonable” o “realista” y las otras de radicalismo voluntarista y a espaldas de las aspiraciones populares. Actitudes ambas que lamentablemente han tenido algunos sectores de la izquierda nacional, muchas veces incapaces de interpretar los momentos históricos y el clamor de los pueblos secularmente oprimidos. Pero, justamente de esta oleada de luchas deben surgir nuevas fuerzas políticas capaces de sintetizar el momento actual y las aspiraciones del pueblo movilizado, aprendiendo de la historia y del presente.
Este panorama nos plantea —ahora más que nunca— la necesidad de refundar el país, sobre nuevas bases, nuevas formas de ejercer las decisiones de nuestras vidas como pueblos, a través de la democracia directa. Estas nuevas relaciones deben construir un nuevo marco jurídico, una nueva Constitución que signifique el desmontaje de un modelo económico fracasado e inviable. Abolir su sistema político corrupto y antidemocrático, el cual, ya está deslegitimado por la gran mayoría de la población, incluso de aquella que está al margen de las movilizaciones.
Las clases sociales en lucha contra el sistema establecido en el Perú, el campesinado, los pueblos indígenas, los pequeños y medianos comerciantes, los pobladores de las zonas urbano-marginales, los ambulantes, los estudiantes, los profesionales y artistas patriotas sobre todo los que provienen del interior del país― las organizaciones populares de mujeres, la clase obrera rural, las masas populares de nuestras provincias olvidadas, aquellos que sufren la contaminación de sus recursos y de su población por la gran minería voraz, serán ellos quienes en el ejercicio de una política de frente construirán las nuevas leyes y, más allá de ellas, la democracia directa para lograr un país soberano que camine hacia un sistema social superior. La clase obrera seguramente tendrá que sumarse a este contingente e incluso asumir su liderazgo; para eso tendrá que superar el gremialismo institucionalista.





